Oración de la Gestalt

Yo soy Yo.
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo
para cumplir tus expectativas.
Tú no estás en este mundo
para cumplir las mías.
Tú eres Tú.
Yo soy Yo.
Si en algún momento o en algún punto
nos encontramos,será maravilloso.
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a mí mismo,cuando
en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a ti,cuando intento que seas
como yo quiero,en vez de aceptarte
como realmente eres.

Tú eres Tú y Yo soy Yo.

Fritz Perls

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Gestalt


LA TERAPIA GESTALT


La Terapia Gestalt, más que una teoría de la psiquis, es un eficaz abordaje terapéutico y una filosofía de vida que prima la conciencia (awareness, darse cuenta), la propia responsabilidad de los procesos en curso y la fe en la sabiduría intrínseca del organismo (la persona total que somos) para auto-regularse de forma adecuada con un medio cambiante.

Antepone la espontaneidad al control; la vivencia, a la evitación de lo molesto y doloroso; el sentir, a la racionalización; la comprensión global de los procesos, a la dicotomía de los aparentes opuestos...y requiere del terapeuta un uso de sí como instrumento (emocional, corporal, intelectual) que transmita una determinada actitud vital en vez de practicar únicamente una técnica útil contra la neurosis.

Hay tres premisas que fundamentan la Gestalt como una terapia con sus aplicaciones en el campo de la Psicología Clínica.

1ª. El darse cuenta: sólo cuando el individuo se da cuenta de lo que hace y de cómo lo hace podrá cambiar su conducta.

2ª. La homeostasis: proceso mediante el cual el organismo interactúa con el ambiente para mantener el equilibrio.

3ª. El contacto: es imprescindible para el crecimiento y el desarrollo del ser humano.


1. Darse cuenta

El darse cuenta es la capacidad que tiene cada ser humano para percibir lo que está sucediendo, aquí y ahora, dentro de sí mismo y del mundo que le rodea.

Dentro de esta experiencia en el aquí y el ahora, se pueden distinguir tres tipos de darse cuenta, que se denominan como "áreas del darse cuenta" o "zonas de contacto".

a) El darse cuenta del mundo o zona externa
Se relaciona con el contacto sensorial. Nos permite ponernos en contacto con los objetos y acontecimientos del mundo que nos rodea, de todo aquello que está fuera y de lo que ocurre más allá de nuestra piel.

Fórmulas: "Yo veo, toco, oigo, huelo,..."; "yo percibo, aquí y ahora,...";...

b) El darse cuenta de sí mismo o zona interna

Comprende todas aquellas sensaciones y sentimientos que ocurren dentro de nosotros. Nos permite ponernos en contacto con nosotros mismos.

Fórmulas: "Yo siento, me siento..."; "yo siento, aquí y ahora,...";...

Para ponerse en contacto con uno mismo es conveniente hacerse las siguientes preguntas: ¿qué estoy sintiendo?, ¿dónde lo estoy sintiendo?, ¿cómo lo estoy sintiendo?.

c) El darse cuenta de la fantasía o zona intermedia

Incluye toda la actividad mental (pensar, imaginar, recordar, planificar,...). Nos permite ponernos en contacto con nuestras fantasías.

Fórmulas: "Yo pienso, imagino, recuerdo, deseo,..."; "yo pienso, aquí y ahora,...";...


2. Homeostasis
Ningún organismo es autosuficiente, sino que en todo momento forma parte de un campo que lo incluye tanto a él como a su ambiente.

Este equilibrio homeostático (o proceso de autorregulación) es sinónimo de salud, puesto que si el organismo permanece en estado de desequilibrio con su entorno durante mucho tiempo enferma, al no poder satisfacer sus necesidades.


3. Contacto

Cada persona tiene su espacio vital dentro del cual, y dependiendo del momento, puede recibir o abrirse a determinadas personas, pero nadie puede invadir su espacio. Si esto ocurre, nos sentimos amenazados en nuestra integridad e individualidad.

Cuando hacemos demasiado hincapié en sostener rígidamente ese espacio vital, corremos el riesgo de reducir el contacto con los demás. Esta reducción del contacto conduce al hombre a la soledad que, sin embargo, elige como opción más segura y menos generadora de angustia. La mayoría de las veces esta reducción del contacto se realiza por temor o miedo y, aunque el deseo de contactar con los demás sea grande, ese temor que sentimos cuando alguien se acerca nos impide retirar nuestros límites y abrirnos.

Cuando sucede lo contrario, es decir, cuando nuestro yo está en continuo contacto con el mundo, mostrando una extraversión compulsiva, se pierde esa intimidad creativa y de concentración, diluyéndose los límites del yo, haciéndose a veces difícil distinguir entre el ambiente y el yo.



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¿Cómo se inicia el proceso de bloqueo en el ser humano?

 

El cuerpo posee un natural circuito de energía que viene incorporado en la sabiduría organísmica que traemos al nacer. La guagua es un ejemplo notorio del movimiento de la energía a través de su cuerpo, es un circuito en forma de “poroto o haba” que organiza sus movimientos y cada vez que llora y realiza sus movimientos corporales se puede observar cómo su cuerpo toma forma de orgonome. (concepto netamente reichiano).

A medida que el niño crece debe ir interactuando con sus padres o adultos cercanos y comienza a perder la capacidad de volver a su interioridad. Cuando experimenta la tensión y el miedo que evoca en estos el que se abandone hacia sí mismo después de mamar. Los métodos educativos tienen diversas posiciones, muchas veces contradictorias, que hacen que los padres se pongan muy ansiosos respecto a si es normal que el niño duerma tan profundo o se quede “chupeteando” el pecho largo rato. En la mayoría de los casos se lo despierta o se lo deja abruptamente en la cuna impidiendo que el niño pueda abandonarse a sí mismo con una sensación de seguridad. Este espacio sería el que provee de la posibilidad o no de desarrollar una seguridad básica en cada persona.

El niño aprende entonces que es mejor estar atento a las necesidades externas y busca la constante retroalimentación de los adultos significativos, perdiendo el contacto consigo mismo. Ésta es la base sobre la cual se construyen personalidades ansiosas y carentes de la capacidad de volcarse hacia sí mismos, pendientes de lo que sucede afuera y por lo mismo con poco o casi nulo contacto con su propio cuerpo. Sumemos a esto las dificultades que experimenta con el entrenamiento de control de esfínteres y frente a la expresión de sus rabias, cada vez que el pequeño toca su cuerpo se lo reprime y se le dice que no se toque los genitales o que no grite o no llore, logrando que paulatina y sistemáticamente pierda la conexión con el natural flujo de sus emociones aprendiendo que el contacto con el cuerpo no es deseable ni decoroso. Sus primeras experiencias sobre exploración de la sexualidad son entonces a escondidas y la significación que los adultos le dan al cuerpo queda plasmada como un patrón estable de supresión del flujo de la energía a nivel emocional y del contacto con el cuerpo, desarrollando sujetos más bien rígidos y asustadizos de su interioridad y emotividad.

Con todo este cuadro se comprende por qué las personas se protegen del mundo a través de armaduras musculares que les permiten funcionar más adaptadamente en el mundo. Es precisamente este proceso el que hace que el cuerpo fluya a medias y comiencen las disfunciones a nivel corporal y psicológico.







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Sesiones gestálticas en grupo


Así llamamos a la forma clásica que usaba Perls en sus grupos y demostraciones. En su época californiana abandona la terapia individual afirmando que, en el grupo, al participante se le hace más difícil defender y justificar sus propias resistencias, es decir las reacciones evitativas de darse cuenta de sí y del entorno. Tiene más peso una confrontación con una falsedad vista por varios pares de ojos que la que sólo se apoya en los del terapeuta. En sus demostraciones, pedía al participante (situado en la llamada silla caliente) que se centrara en qué tenía en primer plano en su conciencia en cada momento y lo pusiera de manifiesto. Interactuaba con él a modo de sesión individual frente a los demás participantes. Intervenía -por ejemplo- en relación a una expresión no verbal del participante, orientando su darse cuenta a la exploración vivencial de la misma. Esto podía llevar a la expresión de una emoción de la que el sujeto no era consciente hasta el momento o a percatarse de un modo particular de autointerferirse.

En esta modalidad, el resto del grupo actúa a modo de caja de resonancia. Como en el coro griego, cuando el protagonista toca fondo, desnuda su alma o pone de manifiesto su bloqueo, facilita la movilización emocional del resto del grupo. Cuando el trabajo de uno es profundo y el clima emocional grupal lo permite, a algún otro participante se le abre una vieja herida o accede a un nivel experiencial poco habitual. En general los trabajos se encadenan y, tanto cada tema trabajado como el conjunto de los aspectos emergidos, hablan del grupo en su totalidad. Cuando el terapeuta señala este reflejo grupal facilita un mayor compromiso de trabajo en los participantes.

Lo que el protagonista experimenta, encara a los otros participantes con asuntos que les son propios, como una reacción visceral o defensiva, les reaviva un asunto conflictivo, les aporta un darse cuenta de algo no reconocido hasta el momento o les suscita ganas de decir o hacerle algo al protagonista. Compartir, a modo de feed-back, de resonancias internas, qué le ha sucedido a uno cuando el otro trabajaba, implica ya un cierto nivel de darse cuenta. Ponerse en relación con el protagonista implica una experiencia terapéutica, si uno puede hacerlo con la suficiente apertura como para enterarse de lo que el propio encuentro le suscita a él internamente. Al protagonista, los feed-backs le resultan sanadores; especialmente aquellos que expresan lo que el protagonista evita y teme escuchar o recibir, y aquellos que, por ser resonancias empáticas profundas o ser expresiones de amor genuino, le facilitan la suficiente apertura para saborear la experiencia.

Durante su existencia, el grupo atraviesa diferentes etapas descritas de formas distintas por diferentes autores. Conocerlas va a permitir al terapeuta facilitar la evolución del grupo interviniendo en relación a las resistencias y bloqueos inherentes al mismo.

El grupo es un excelente escenario para explorar los conflictos y dificultades relacionales y para explorar actitudes nuevas. Así que, en esta modalidad de "psicoterapia en grupo", el resto de participantes (además de facilitar la profundización del trabajo por su presencia y a través de los feed-backs) pueden ser usados por el terapeuta, como un otro cualquiera o un otro concreto, para la exploración experiencial de una situación cotidiana, de las actitudes y de las expresiones o emociones determinadas del protagonista frente a otro.

Es frecuente que, en la exploración de los vínculos que uno establece con el grupo y con determinados miembros del mismo, el paciente descubra cómo trata al otro o a los otros como si fueran su papá, su mamá, sus hermanos u otros familiares o personas significativas.

Nuestro sistema vincular, el modo en que establecemos las relaciones con los demás, lo estructuramos en la infancia en el seno de nuestro núcleo familiar. Consolidamos formas de relación en función de nuestra estrecha interpretación de la realidad. En esta época engullimos mensajes ("el mundo es de los fuertes", "nuestra familia es una piña", "tu padre es un desgraciado", "para ser....tienes que...." y tantos otros) que, si bien algunos pueden ser operativos y referirse a lo real de determinadas ocasiones, distorsionan la percepción de nosotros mismos y del mundo en la medida que actúan como filtro. También de niños desarrollamos respuestas evitativas frente a la angustia que nos provocan las situaciones que no podemos asimilar. Estas situaciones quedarán pendientes de resolución. La automatización de tales respuestas evitativas hace que estos asuntos inconclusos queden en el fondo de la conciencia. Tanto las ideas deformadas de uno y de la realidad como las respuestas automáticas ante la misma y las estrategias manipuladoras aprendidas de niños -que dificultarán la resolución de muchas otras situaciones-, mantienen la posición de no ser dueño del propio deseo y de la propia experiencia.

El proceso de profundización y elaboración de este antiguo vínculo facilitará el reposicionamiento frente aquel personaje interno y también la diferenciación entre aquél y éste o éstos con quienes comparte el trabajo terapéutico grupal. Este proceso pondrá al paciente frente a situaciones que permanecen irresueltas en relación al personaje que proyectó en su compañero o compañera; y permitirá la posibilidad de encararlas y de dar pasos hacia la integración de aspectos negados como pueden ser la competitividad, la propia fuerza, la intolerancia o la debilidad y la ternura, para nombrar algunos de ellos.

El participante de grupo se pone frente a la tarea de flexibilizar su estructura psíquica interna. La profundización en sí mismo requerirá el aprendizaje de la apertura suficiente para incluir a los demás como compañeros de viaje. También el aprendizaje de sustentar los propios límites e intereses, para no sólo perderse en lo que en determinado momento puede vivirse como el "magma" fusional grupal, que por otro lado también será enriquecedor poder experimentar.

 

 

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